INTRODUCCIÓN (Por María Pérez)
Buenas tardes, cuentan que uno de
los mejores discursos de graduación lo dio Salvador Dalí, y decía
lo siguiente: “Seré breve, terminé”.
Sin embargo nosotros, segundo de
bachillerato, no podemos ser así de breves.
No podemos dejar atrás el primer
día que comenzamos esta aventura, cuando vimos tantas caras
aparentemente nuevas.
No podemos dejar atrás la primera
vez que las chicas utilizamos el rímel, y los chicos descubrieron la
gomina.
No podemos dejar atrás las
primeras despedidas de compañeros que comienzan a tomar otro rumbo,
y otras despedidas algo más largas como la de nuestro querido
profesor Pedro Miranda.
No podemos dejar atrás el miedo con
el que afrontamos un nivel superior: bachillerato.
Y ni por asomo podemos dejar atrás
este nuevo final, y a la vez este nuevo comienzo.
El año que nos ha traído hoy aquí,
el año que más nos ha unido, el año más temido y esperado, y el
año que ya, no podremos olvidar nunca.
Echando la vista atrás recordamos
esos primeros niveles en los que fuimos muchos los que empezamos a
recorrer este laberinto que es la vida, algunos decidieron separarse
en unas de las bifurcaciones que este le ofrecía, y otros,
simplemente se vieron obligados a tomarlas. Pasaron los años, y
tuvimos momentos tan especiales como aquellas excursiones que no se
olvidan nunca: la primera semana que pasamos fuera de casa por
tierras de Cuenca, nuestro posible último viaje como compañeros de
pupitres por tierras canarias y de un modo más egoísta no podemos
olvidarnos de las largas horas de debate con nuestro fiel capitán
Miguel. Gracias.
Volviendo a hacer referencia a la
alegoría de la vida como laberinto debemos mencionar que hemos
perdido de vista a una gran cantidad de compañeros que se
aventuraron con nosotros, pero esta noche vengo a daros una buena
noticia.
Al final de este, cuando todos lo
hayamos recorrido, nos daremos cuenta de que nos encontramos como
cuando todo empezó: juntos, como si los años hubiesen pasado en
balde, pues recordemos que la vida, que el laberinto, es de una única
salida.
Porque al final todo sale bien, si
no sale bien… es que no es el final.
(Ares, a la izquierda; María en el centro;
y, José Antonio a la derecha).
REFUTACIÓN (por José Antonio
Castro).
-Perdóname María, muy correcto tu
discurso… pero…
Pero nos estamos dejando a un lado
la parte más importante: muy bonitas las anécdotas, muy intensas
las excursiones… Sin embargo estoy seguro de que cuando salgamos
hoy de aquí no solo nos quedaremos con eso.
No tenía nada preparado pero…
Estamos olvidando a quienes han
hecho de guías en ese laberinto que nombrabas.
Este centro nos ha acogido como una
segunda casa, en la que nuestros profesores han ejercido como unos
segundos padres.
Nos han aportado el conocimiento con
el que hemos llegado al día de hoy y que necesitaremos en un mañana
no muy lejano.
Como dijo Aristóteles: adquirir
desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia,
tiene una importancia absoluta.
Quién lo iba a decir… quién iba
a decir que estaríamos a un paso de conseguir nuestros sueños.
Porque todos tenemos un sueño, como Martin Lutherking decía: I
have a dream…
Tampoco podemos olvidarnos de otro
pilar fundamental: de nuestra primera casa, de nuestros padres.
Esos que día a día cuidan esa vida
que nos dieron, nos aconsejan, nos corrigen, y hacen todo lo posible
para que las cosas malas tengan todavía su lado bueno.
Mi compañera olvidaba antes estos
detalles, pero creo que si acabo aquí yo también me estaría
olvidando de algo: de los que tanto dentro como fuera de este centro
se han hecho su propio hueco en cada uno de nosotros, y han pasado de
ser compañeros a ser grandes amigos.
Gracias por habernos hecho mejores.
Como dijo Alberto Barco: No seáis vosotros mismos, sed la mejor
versión de vosotros mismos.
Profesores, familia, amigos… somos
una unidad, somos un todo.
Nos habéis quitado los miedos, las
inseguridades, nos habéis ayudados a defender nuestras ideas, a
hacernos críticos, emprendedores, habéis aguantado esos bajones,
esas subidas… cada una de estas chinchetas representa uno de esos
lastre, esos que nos habéis quitado.
Sin vuestra ayuda, al contrario de
quienes somos hoy, habríamos quedado... destrozados
Dicen que somos la generación
perdida, demostremos con nuestros hechos que somos la generación
encontrada.
(Ares, a la izquierda; María en el centro;
y, José Antonio a la derecha).
CONCLUSIÓN (por Ares Daza)
Yo tenía algunas chuletas, las
primeras que hago en mi vida, pero lo que tenía apuntado se lo han
llevado mis compañeros.
Han hablado del pasado, han hablado
del presente… y solo me queda hacer referencia al futuro, ese que
hoy vemos a la vuelta de la esquina, ese que tanto tememos.
Pues nos dirán que es una locura,
que los tiempos no están para esto, que no sabemos dónde nos
metemos, que nuestra vida será otra y que nuestra casa no será
nuestra casa.
Pasamos a otra cámara de este
laberinto donde pondremos en práctica todo lo aprendido y viviremos
años de esplendor, de euforia, de felicidad, de novedades... Porque
como dice la voz de la experiencia, posiblemente serán los mejores
años de nuestra vida.
Creceremos y nos convertiremos en
hombre y mujeres. Pero seguiremos siendo unos niños por más que el
tiempo no pare, pues todos los aquí presentes sabemos que nos
volvemos críos de nuevo solamente con mirarnos.
No queremos que suene a despedida
algo que es ley vida, pero es cierto que ha llegado el momento de
marcharnos, de afrontar nuestra propia independencia y aunque en
algún momento hayamos soñado tanto con tenerla, hoy a todos y cada
uno de nosotros nos cuesta mirar adelante. Recordad que el mundo nos
espera gracias a la entrega de la familia que formamos.
No importa lo perdidos que os
sintáis, tenéis que prometerme que todos os aferraréis a la
esperanza, mantenerla viva. No podemos dejar atrás ni la esperanza,
ni las ilusiones… y tampoco los sueños.
Pues si algo nos ha enseñado
nuestro profesor de filosofía: Hay que abrirse al mundo con la dosis
necesaria de sueños.
Y sin haber sido breves, esperamos
haberos transmitido lo que se siente tras estos años en el famoso
laberinto de la forma más concreta posible
Recuerdo que una vez me dijeron que
la mejor forma de acabar un discurso es con una cita. Aquí tenéis
la mía:
El futuro tiene muchos nombres: para
los débiles , lo inalcanzable; para los miedosos, lo desconocido;
para los valientes, una oportunidad.