LOS PADRES
Por Alberto
Hernica Valencia
Cuando éramos pequeños y llegaba una queja a casa por parte de
maestro, profesor o cualquier otra autoridad docente… se nos caía
el pelo. Y ni que decir tiene que jamás se nos ocurría hablar mal
de ninguno de ellos, ni decir que nos tenían manía ni nada por el
estilo, porque entonces el castigo era doble, primero en el
instituto, y luego en casa. Cómo ha cambiado la cosa.
Hoy
día si el alumno suspende, la culpa es del profesor, y muchos padres
no tienen inconveniente alguno en afirmarlo a los cuatro vientos,
incluso delante de hijos y docentes. Por supuesto, el profesor le
tiene manía (aunque le hayan quedado nueve, pues seguramente los
nueve profesores lo tienen entre ceja y ceja). Si se ha castigado al
niño, hay que poner el grito en el cielo, ¿quién es el profesor
para castigar a nadie? Si una vez perdidos los nervios el docente
eleva un tanto su tono de voz al dirigirse al alumno, es un acto poco
menos que denunciable…y así tantas y tantas cosas que antaño nos
habrían hecho llevarnos las manos a la cabeza pero que actualmente
están a la orden del día.
Muchos
padres ya no vienen dispuestos a echar la bronca a sus hijos y
disculparse ante el profesor, sino justo lo contrario, esperan que el
profesor admita que se ha equivocado y que les reconozca lo buenos
que son sus vástagos. Lo único que les importa es que aprueben, a
cualquier precio, no importan nada actitudes, comportamientos,
hábitos de estudio ni semejantes “patrañas” (como seguramente
ellos consideran todas estas cosas).
Yo
me hice profesor porque me gustaba enseñar. En seguida me di cuenta
de que además de enseñar debía educar. Y por último he llegado a
la conclusión de que no sólo hay que educar a los niños, sino
también a los padres (y esto es lo difícil).
Por
supuesto, nunca hay que generalizar, y de vez en cuando te toca
hablar con padres y madres de esos que te hacen sentir que tu trabajo
merece la pena… gracias a Dios.
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